Otras historias...

lunes, 1 de abril de 2013

Capítulo seis

- ¡¿Ves algo, Pen?!- La lince saltó desde la rama más alta y llego al suelo sin perder el equilibrio.

- Todo el camino esta despejado. Sigamos- Contesto con su voz seca y su mirada inexpresiva.

Llevaban caminando tres días. Ya habían dejado atrás praderas, campos de cultivo e incluso una vía del ferrocarril. Amelia iba la última en la fila, acompañada del pequeño Efrén. Penélope y Rob caminaban a paso ligero. Era como si aquella ropa de arquero les hubiese recargado toda las fuerzas, aunque más a Rob que a su prima. No había minuto desde que abandonaron el campamento gitano, que no agradeciese los ropajes y las botas que tanto le facilitaban el movimiento. Pen era algo así como la líder del grupo. Siempre inspeccionaba los caminos con ojo avizor desde la copa de los árboles. La lince administraba los horarios de comida y descanso. Rob no discutía y parecía estar muy de acuerdo con la niña, incluso la defendía si alguno nos atrevíamos a cuestionarla.
Desde que retomaron el viaje, la poca relación que había logrado mantener con su primo se había perdido por completo. Rob por su lado estaba demasiado ocupado en adelantar cuando antes el momento de encontrar la casa del matrimonio Ulaim. Temía que si se retrasaban demasiado, todo habitante de Mercia se convirtiera en un montón de metal.

- ¿A que viene esa cara señorita Amelia?- Efrén caminaba a mi lado sobre unas rocas. El niño saltaba con la gracia de una bailarina de un pedrusco a otro sin quitarle la curiosa mirada de encima. Era curioso, ambos hermanos eran como el yin y el yan. Uno afable y bueno y la otra arisca y distante. Pero sin su primo, Efrén era toda la compañía que tenía la eriza.

- ¿Acaso tu madre no te enseño a no ser tan cotilla?- El lince se detuvo y miró al cielo sonriendo.

- Mi mamá no me pudo conocer... El abuelito dice que Papá y Mamá se fueron de viaje a  un lugar lejano y bonito... Pero nunca quiere decirnos cuando volverán - Amelia se mordió la lengua pero el pequeño parecía no estar triste. Fue como un golpe en el corazón, la inocencia con la que lo había dicho no quitaba el tétrico significado. - ¿Y tus papás señorita Amy? ¿ También están de viaje o los puedes ver siempre?

- Ellos... - Recordó los rostros metálicos de sus padres y el dolor en su pecho se intensifico.

- ¡ALTO!

Ambos miraron a Rob y Penélope. Estaban parados mirando a algo que había a sus pies.

- Esto no esta bien...

- ¿Qué ocurre hermana?- El lince se adelanto a investigar el terreno. Por su parte, la eriza rosada se sentó en una roca a descansar. Cerró los ojos e intento imaginar el rostro de sus padres cuando lo escuchó. El relincho de un caballo. Y no de cualquiera.

- ¡TUNDRA! - A empujones aparto a sus tres compañeros que la miraron con sorpresa y sin entender. El animal estaba relinchando para pedir ayuda. Tenía todo el cuerpo hundido en un líquido negruzco y viscoso y solo tenía el la cabeza fuerza e intentaba coger aire.

- ¡No, si te tiras terminarás muerta! - Pero las palabras de la niña no la detuvieron. Con un dedo toco el líquido y vio que era muy pegajoso. Miro los arboles del alrededor y divisó un roble que una de sus ramas quedaba cerca de la cabeza de la yegua.

- ¡Rob, dame tu arco y una cuerda!

- ¿Qué pretendéis Ame...?

-¡Tú hazlo!- Desconfiado le tendió su arco y una cuerda - Flecha - Con rapidez improviso un nudo alrededor del palo y apunto hacía la rama.

- Amy dejádmelo a mí, no queremos revivir otra situación como la de la colmena.

Pero disparo antes de que Rob pudiese agarrar el arco. La fortuna le sonrió y la flecha se clavó en el lugar deseado. Tomo la cuerda y empezó a escalar por el grueso tronco del árbol y a gatas llegó hasta dónde estaba la flecha. Miró por última vez a los ojos asustados de su primo y salto con determinación, sin soltar la cuerda de su mano. Al principio le costó salir a la superficie pero lo consiguió. Tundra estaba inquieta ante la llegada de Amy y relinchaba y pataleaba para alcanzarla pero solo lograba hundirse más.

- Shhh tranquila, estoy aquí  Tundra. Voy a sacarte y luego buscaremos una gran manzana para ti, ¿si? - Las lágrimas le nublaban la vista a Tundra, Amy logró alcanzarla y tocar su alborotada crin. - Ya esta, ya esta... Solo un poco más...

- ¡Amy ata la cuerda a su cuerpo, nosotros tiraremos para traeros a tierra firme! - Efrén agitó la flecha con el nudo y fue pasando la cuerda a su hermana y Rob.

- ¡Si! Vamos tundra, nosotras podemos. - Hundió una mano y palpo la tripa del animal. Paso la cuerda e hizo un nudo con fuerza.- ¡CUANDO QUERÁIS!

- ¡TIRAAR! - Los tres empezaron a tirar con fuerza, Amy y Tundra observaban contentas como se acercaban lentamente a la orilla. - ¡OTRA VEZ!...¡TIRAR!

- Ya casi estamos, Tundra - El caballo relincho con alegría y junto su cabeza con la de su dueña y está empezó a reír.

Medio metro y aquella experiencia quedaría convertida en un recuerdo pero algo más tuvo que pasar. La pierna de Amy se engancho con alguna rama y la succiono para dentro del líquido. Tundra empezó a agitarse al ver como la cabeza de la eriza desaparecía bajo aquella masa negruzca.

- ¡AMY! - Rob soltó la cuerda e intento correr hacía Amy, pero aquel líquido le frenaba las piernas. Le costaba cada vez más sacar el pie hasta el punto de que para solo dar un paso necesitaba hacer una fuerza enorme.  - ¡Aguanta!

Amy por su parte tiraba desesperada de su pierna, la rama se había enganchado a su tobillo y no quería ceder. Las manos le dolían del esfuerzo que necesitaba para moverlas y más porque tenía que valerse de uno de sus brazos, mientras que con el otro intentaba agarrar la cuerda que rodeaba el estómago de Tundra. No podía abrir los ojos y aquel líquido hacía que sus parpados resultasen pegajosos y complicados de abrir. Tiró con fuerza hasta el punto de arañarse el brazo.

Rob estaba desquiciado  ese líquido pegajoso no le dejaba adentrarse más y Amy aun no salía. Pego un grito al sentirse tan inútil con el que solo consiguió asustar a una bandada de pájaros que descansaban sobre un árbol cercano. La había perdido...
Una gran bocanada de aire rompió el silencio. La eriza había logrado salir y no dejaba de toser. Tundra relincho de alegría y animo a Amy a que se apoyase en su lomo.

- ¡AMELIA! - Con energías renovadas, logró salir del líquido y corrió a tirar de la cuerda. Pen y Efrén miraron sorprendidos de la rapidez de reacción de Rob. Entre los tres lograron sacar a la yegua y la eriza.

- *Cof* *cof* ¿Ven? - Su voz se entrecortaba por la fuerte tos. Rob tomo a su prima en brazos y se alejo del charco de alquitrán. Tundra y los gemelos se limitaron a seguirlo en silencio para saber a dónde se dirigía.

Rob camino hasta una roca que tenía la forma de una cama, reposó a Amy y la ayudo a limpiarse. Los gemelos y la yegua se quedaron tras un árbol observando con recelo.

- No vuelvas a hacer algo así.

- ¿Ya me tuteas? ¡Ya estás descuidando sus modales, príncipe  - A pesar del sarcasmo y la risa de la eriza, Rob solo miró con más dureza a su prima y esta silencio sus bromas. Nunca había visto a su primo de esa forma, siempre estaba con sus "estúpidas formalidades" y sin rechistar a nada. - Rob yo...

Sin embargo no pudo terminar, los brazos de Rob la rodearon, dejándola muda y con un sentimiento de pequeñez. Se sintió brusca porque sus brazos no parecían responderla, aunque tampoco deseaba abrazarlo, pero termino respondiendo sin evitar que sus mejillas ardiesen.

- No lo hagas más, no soportaría perderte... - Rob la abrazo con más fuerza y Amy se sonrojo todavía más. Pero aquel cálido abrazo no duró mucho, apenas la eriza rosa iba a apoyar su cabeza en el hombro de su primo, este la aparto bruscamente. Extrañada se quedó quieta pensando que había hecho algo mal. Rob por su parte parecía haber puesto todos sus sentidos en alerta y analizaba los arboles que les rodeaban.

- No estamos solos... - Despacio se quito el arco de la espalda y lo agarró con fuerza. Se escucho el crujir de una rama cerca de donde se encontraban los gemelos y Tundra. - ¡¡¡CUIDADO!!!